Ópera: denuncia en un acto
Galimatías
6 de octubre de 2019
Ernesto Gómez Pananá
Para Intersticios Radio
Nuestra civilización es un ente vivo, dinámico, cambiante.
Aquello que ayer era aplaudido-aceptado-permitido-tolerado, hoy puede ser inadmisible.
En la década de los ochentas estaba permitido fumar en el cine o los restaurantes, incluso en los aviones. Hoy son pocos los lugares públicos donde está permitido. Se asimiló socialmente que es una práctica que como colectivo dejamos de tolerar.
Igual sucede por ejemplo con el uso del cinturón de seguridad o el DDT. El primero era poco común hace algunos años y hoy es lo ordinario, y lo otro era lo usual para eliminar insectos y hoy está prohibido prácticamente en todo el mundo.
De la misma forma, hace 50, 30 o incluso 10 años, era común y hasta aceptable que las formas de privilegio machista de las que históricamente hemos gozado los varones, facilitaran la posibilidad de favores sexuales, fueran estos en ocasiones en aparente común acuerdo, otras en acuerdo un tanto cuanto más obligado y otras más francamente a la fuerza y con amenazas.
Hoy, desde hace un par de años acaso, esto comenzó a dejar de ser aplaudido-aceptado-permitido-tolerado: por el tamiz de las redes sociales y el “juicio público” han pasado docenas de personajes públicos, sean ganadores del Oscar, periodistas, políticos, y escritores, deportistas, directores de cine, magnates millonarios o presidentes.
Hoy, el que vea las barbas de su vecino cortar que ponga -pongamos- las nuestras a remojar, porque, como lo escribí en esta misma columna meses atrás: ningún varón acosador está a salvo, y qué bueno.
Desde hace algunas semanas, quien “padece” el rosario de denuncias en su contra es el tenor Plácido Domingo, a quien se le acusa de utilizar su condición de primer figura de la ópera mundial para obtener favores sexuales de al menos una veintena de mujeres que han salido pública y valientemente a denunciar.
Veinte mujeres contando una historia similar de tocamientos, llamadas nocturnas, invitaciones fuera de lugar, patrones ya conocidos y ante ello, una respuesta igualmente conocida. Palabras más o palabras menos un “me disculpo pero no lo recuerdo...”, de verdadera pena ajena.
Esta es -por fortuna- la realidad actual. Los privilegios masculinos poco a poco, lenta pero inevitablemente se nos están desmoronando. La caída de Kevin Spacey o Plácido Domingo es un signo de que esto ya no tiene retorno, como la prohibición de fumar en el avión o en el cine. Hay modas que sí vale la pena adoptar.
Oximoronas. El arte suele ser trágico. Los artistas suelen morir como vivieron. Hemingway, Rosario, Van Gogh.
Igual murió José José. Triste, solo, pobre y sin amor. Por “doloroso” que suene, no podía ser de otro modo.
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