El cortejo
Ernesto Gómez Pananá
Para Intersticios Radio
Dicen que la crónica es uno de los géneros más emocionantes para escribir. No lo sé. Será porque no soy periodista.
Lo que si sé es que las historias pueden llegar de sorpresa, de manera inesperada.
Es la orilla del Suchiate, del otro lado es Santa Rosa, Departamento del Petén. De este lado Benemérito de Las Américas, el municipio más oriental de Chiapas.
Yo estaba en una llamada que no podía cortar. Con una mano sostuve el teléfono y con la otra, tomé algunas fotos mal encuadradas. El momento fotográfico fue brutal:
Una camioneta se acerca al embarcadero. Tres o cuatro personas descienden de la góndola y comienzan a descargar algo que aún no alcanzo a distinguir. Estoy en mi llamada.
Atiendo un instante y entiendo con desesperación el momento y trato de seguirlo.
Es un féretro. Los hombres lo cargan y caminan unos seis metros para subirlo a una canoa. Todo en silencio. Nadie habla ni llora. Parece un trámite.
A bordo de la canoa el féretro, sus acompañantes, mediano, forrado de tela color café. Al centro una cruz de color más oscuro, como un moño. El operador arranca y se aleja.
En cosa de dos minutos, acaso tres, el cortejo está ya del otro lado del ríos. Allá ya es Guatemala. No hay aduana, ni acta de defunción, ni el engorroso tramite de repatriación de un cuerpo. Los familiares cargan el féretro y se pierden en un sendero. Solo queda el silencio. Empieza a hacerse de noche.
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